viernes, 26 de agosto de 2011

Jonathan Branford

Jonathan

Isla Mackinac, Michigan. Ubicada entre las dos penínsulas de este estado norteamericano. Una ciudad pequeña, de menos de mil habitantes, que depende principalmente del turismo. De ahí venimos Hayley y yo, que somos los protagonistas de esta historia.
La vida en la isla no fue precisamente sencilla pero tampoco se puede decir que haya sido compleja. Había que dedicar tiempo de trabajo a los hoteles de la zona, a preparar la ciudad para el turismo, hubo épocas dónde llegamos a recibir más de quince mil personas.
Vivimos en esta ciudad por un capricho de mi madre. Luego de separarse de mi padre, al que nunca conocí, mi madre, una yuppie de Boston, consideró que su vida y la de su hijo merecían un ritmo calmo y seguro, lejos del ruido de la gran ciudad, y ella, una de esas ejecutivas new age que tanto abundan, partió con sus libros de administración y su yoga y reiki hacía un lugar calmo. Nos instalamos en la isla cuando yo era bebé, así que desde siempre me considere nativo de esta ciudad. Mi madre se dedica a la administración financiera de varios de los establecimientos de la pequeña ciudad, que se dedica principalmente al turismo.
Con Hayley nos conocimos desde hace años, compartimos juntos la Primaria, la Media y la High School. Somos amigos desde siempre y algo más desde hace no tanto tiempo, pero ahora esta todo acabado. Los dos teníamos en claro que ibamos a ir a estudiar a Boston para nuestra formación superior. Yo tenía notas buenas y ella excelentes. Pasa que yo dedicaba mucho tiempo al equipo de fútbol americano, hasta dónde había llegado a ser mariscal de campo y capitán (en un pueblo chico tampoco es tan difícil lograrlo). La cuestión es que ambos eramos grandes amigos y en un momento cruzamos la línea. A nadie le sorprendió, ni a mi madre, con la que hacíamos yoga, reiki y otras disciplinas alternativas, ni a los padres de Hayley, que me querían como un hijo más.
Hayley y yo nos habíamos desarrollado fisícamente de forma óptima. Ella era, digo, es muy hermosa, su pelo corto rubio, ojos claros y sonrisa eran puntos distintivos. Yo, bueno, ya saben como soy.
Todo el caos comenzó en medio de la temporada turística. Hayley y yo trabajamos ambos durante los veranos porque era la principal forma de ganar algo de plata. Esa noche habíamos ido a tomar a un pub tradicional de la zona, para luego ir a bailar. Ya para esos entonces estabamos noviando, lo cual no sorprendía a nadie. Queríamos pasar un tiempo para nosotros que hace rato con el tema del trabajo no podíamos salir. La cuestión es que esa noche el pub estaba lleno. Y había varios borrachos. Siempre la ciudad recibía, con la carga de turistas, una carga de ladrones y delincuentes que venían a llevarse cosas ajenas.
La noche había empezado tranquila cuando Hayley y yo salimos a bailar un poco en la mini pista del pub. Hayley era una tentación para casi cualquiera, así que no fue de extrañar que hubiera uno que se la quisiera llevar. Para peor, ella fumaba desde hace un largo tiempo, con lo cual parecía más grande. Un borracho se le acercó y le preguntó cuánto cobraba. Como yo estaba con ella, me metí en el medio. El tipo me corrió y la agarró del brazo, a lo que me vi obligado a reaccionar. Conecté un puñetazo en el rostro del tipo, que si bien no se inmutó demasiado, lo dejo sangrando. Este hombre, en vez de cortarla, y cuando la gente había rodeado la situación, sacó un arma y disparó. La gente del lugar se abalanzó sobre el tirador, y lo paralizaron. Pero el daño estaba hecho. Tenía un agujero enorme en mi pecho. Vi la sangre brotar; la cara de terror de Hayley. Me desplomé, sentía que se me iba el aire y me quedaba sin fuerzas. Todo lo que pasó después me lo relató Hayley. Me llevaron en ambulancia, pero el paramédico dijo que no había nada que pudiera hacerse. Había muerto. Línea plana. Pulso cero. Mi madre y Hayley quedaron devastadas por la noticia. Al tipo lo llevaron los policías y presumo que irá preso. La cuestión fue que me tuvieron en la morgue y a los pocos días me enterraron. Claro, yo estaba muerto.
El tema fue que un momento abrí mis ojos. Y estaba en un condenado ataud. Empecé a golpear, había leído alguna cosa de que los cuerpos pueden como revivir, pero esto era ridículo. ¿Quién podría oírme? Desesperado, golpeé con toda la fuerza la tapa, para tratar de salir a la tierra y escarbar. Sentía que al aire se había agotado... pero sentía que no lo necesitaba. El tiempo pasó, sentía que si bien no había aire, no me ahogaba, como si pudiera sobrevivir sin el oxígeno. No sé cuanto tiempo pasé encerrado ahí. Tampoco tenía hambre ni sed. Me resigné, hasta que no sé de donde brotó fuerza en mi. Volví a golpear la tapa del ataud hasta que la rompí en pedazos. La tierra empezó a caer dentro del cajón. Hice un esfuerzo extremo para salir y lo logré, la tierra se abría facilmente ante mí y vi unas gotas de lluvia caer sobre mi rostro. Me lancé hacia afuera del ataud con tal voluntad que cuando salí y miré donde estaba... ví que estaba unos metros sobre la tierra. Estaba volando.
Bajé a tierra y salí del cementerio. Cuando agarré la reja para treparla, la empuje un poco y la saqué de cuajo. Esta claro que ya no era normal. ¿Qué demonios era? ¿Habría sido alguna bendición por mi muerte? ¿Era un zombie? ¿O un... mutante?
Fui para casa. Toqué el timbre con desesperación, y cuando mi madre abrió la puerta, se desmayó. Traté de reanimarla pero estaba en shock. Claro, olvidé el detalle de mi "muerte".
Fui a lo de Hayley. No quería cruzar a sus padres, así que me acerqué a su ventana. Pensé en volar y subí los metros que alejaban la ventana del piso. Golpee suavemente el vidrio. Ella me vio y se asustó. Pero abrió la ventana. Le conté lo que había pasado y su rostro se desfiguró en miedo. Estaba claro que ya no me veía igual. Su trato fue frío y distante. En vez de alegrarse por recuperarme, estaba aterrada por el monstruo que estaba frente a ella. En un momento me gritó que me fuera. Que desapareciera. Que era un monstruo, una aberración de la vida y la naturaleza. Le expliqué que era yo, Jonathan, pero no entendió razones, y antes de que aparecieran los padres en su cuarto, me fui.
Ya lo entendía. Fuera lo que fuera, ya no tenía nada que hacer en esta ciudad. Pueblo chico, infierno grande. No había lugar para lo que yo fuera que fuese. Todavía amo a Hayley.
Vagué por las calles de la ciudad esa noche hasta que una persona me salió al cruce.
¿Jonathan Brato?
Sí...
Mi nombre es Danielle Moonstar. Antes de que te asustes, tengo que decirte que estoy aquí para extenderte una invitación a la Academia de Alumnos Dotados de Charles Xavier.
¿Charles Xavier? Si usted viene a buscarme es para... momento, ¿soy un mutante?
Efectivamente, pero eso no es malo. Quisiera que lo pienses. Recién llego a la ciudad, así que estaré unos días para esperar tu respuesta.
No hay nada que pensar, señorita. No tengo nada aquí.
Está bien, me agarras desprevenida... ¿no queres descansar un poco y mañana partir? Me gustaría charlar y conocerte un poco más.
No, quisiera irme ahora. A dónde sea. Aquí mi vida se ha acabado. En todo sentido.
Ella me condujo hasta un coche y salimos para el puerto. Allí había un ferry que nos llevó a la ciudad, y luego hasta el Instituto. Era un mutante. Pensé que quedaban pocos y que no aparecían más, pero veo que me equivoqué.
Hace poco que estoy en el Instituto. El lugar es hermoso, pero me siento raro. No sé bien cuáles son mis poderes todavía. Quisiera volver a ver a Hayley.

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