viernes, 26 de agosto de 2011

Chris Evans

Chris Evans

Alex


La sirena comenzó a sonar, el ruido era atroz, su cabeza le estallaba por el dolor. Corrió junto a otros diez, once habían logrado lo imposible, escapar de esa prisión de acero y concreto. No hubo forma de frenar la alarma, pero cuando se dieron cuenta de la fuga ya estaban demasiado lejos para impedirlo.

Corrieron por el bosque, sin más que sus ropas de presidiario rotas y sus sueños de ser libres. Solo cinco lograron escapar a la primera tanda de guardias, el resto cayó bajo los sedantes, o algo peor…

Días y días vagaron por el bosque, tres más cayeron bajo el peso de la falta de comida y las heridas que tenían debido a los experimentos que les realizaban en la base militar. Ahora solo dos seguían en pie… a pesar del hambre, del frío, y la soledad.

Ya no era la misma, la habían cambiado, no solo su cuerpo físico, sino su mente, su forma de ser… Lejos había quedado la “cerebrito” líder del club de ciencias, lejos había quedado la hija perfecta con notas perfectas, lejos había quedado la amiga fiel… Hacía cinco años que todo eso había cambiado.

Cuando Jason había ido por ella le había dicho que ella poseía poderes más allá de lo normal, que ella era una mutante, habían hablado en un aula vacía de la escuela, él era su profesor de informática. A ella siempre le habían gustado las computadoras, pero cuando descubrió su poder no fue muy agradable…

Un día estaba navegando por las redes sociales que solía frecuentar y de repente su mente dejó de ver el monitor para insertarse en un mundo fantástico de unos y ceros que comenzaron a girar a su alrededor como si fueran partes de su código genético. En un primer momento pensó que se había quedado dormida, pero cuando quiso despertar se dio cuenta de que no había manera de hacerlo. Era como esas pesadillas de las que uno quiere salir y le es imposible…

Poco a poco logró abrirse un paso a través de la cantidad de códigos de programación que visualizaba delante de ella, y al final logró ver una luz brillante, pero esta luz no parecía ser la salida… logró llegar a ella y vio que era un cúmulo de datos sin sentido. No sabía cómo explicarlo pero supo que allí se encontraba la salida, solo tenía que ordenar esos datos y “programarla”. Por fin logró despertar, o salir de ese sueño… pero no había sido un sueño, y lo sabía…

Luego Jason le explicó que ese era su poder, tenía comprensión y comunicación a nivel neuronal con los circuitos, programas y sistemas de computación. Al principio le pareció genial, no había portal que no pudiera traspasar, no había sistema que no pudiera crear, sus trabajos eran de los mejores, no solo por funcionalidad, sino porque lograba adaptar el sistema a las necesidades específicas de los que se los estaban pidiendo.

Empezó a trabajar desde ese momento, ganó bastante dinero casi sin proponérselo, y a pesar de que lograba hackear los sistemas de los bancos e incluso de la bolsa de valores, no había hecho dinero de esa forma, su código moral no se lo permitía, además tenía otras formas de hacer dinero que no fueran esa.

Todo transcurrió así tranquilamente, hasta que se la llevaron. Supo que era una base militar apenas la vio… y supo que no iba a ser agradable. Le hicieron cosas a su cuerpo, le inyectaron todo tipo de sustancias y le hicieron estudios, una violación probablemente hubiera sido mejor que soportar todo eso.

No era la única, había varios chicos, casi de su misma edad, a los que le hacían también experimentos similares, y en ellos encontró la cordura para no enloquecer. Ahora solo estaba a su lado Alex, su compañero en la planificación del escape, con el que habían logrado salir de ese horrible lugar.

Ella había preparado todo para que no se dieran cuenta, había hackeado todas las cámaras de seguridad en un loop para que mostrara a los sujetos de experimentación en sus camas durmiendo mientras ellos escapaban. Había logrado abrir todas las puertas, menos una, la reja del frente que no era sistematizada, pero eso era trabajo de Alex que apoyó su mano en la cerradura y la derritió sin problemas.

Él siempre le había parecido agradable, era muy bueno con ella, y uno de los que más la instaban a seguir adelante a pesar de todo.

-Lo logramos Chris, somos libres…- fueron sus primeras palabras y fueron como la lluvia que estaba cayendo sobre ellos, la limpiaron, limpiaron su cuerpo y su alma.

-Tenemos que volver, tenemos que rescatar a los demás…- le dijo, pero sabía que eso sería imposible, pero el decirlo la ayudó a aceptarlo.

Ambos sabían que eso era una odisea, habían estado cuatro meses planificando la huída, y ahora la seguridad iba a ser mayor, si volvían, los atraparían de nuevo.

-Eso me gustaría, pero sabes que es imposible…

Ella lo miró, estaba tan triste… le hubiera gustado que todos pudieran escapar… pero quizás, en algún momento… podría regresar, más fuerte, con más amigos que pudieran ayudarla, y destruir para siempre ese horrible lugar, esa prisión que no solo quitaba las ganas de vivir, sino que además te robaba los sueños.

-Tendremos un largo camino, muchos días de viaje hacia el norte hasta encontrarnos con algún indicio de civilización…

-Prefiero estar aquí afuera, a cualquier otra cosa, jamás añoré tanto la libertad como cuando me la quitaron.

-Entiendo a qué te refieres.

Caminaron días y días, comían lo que encontraban, a veces frutos, a veces carne de los conejos que lograban cazar en el bosque, pero eran felices, se cuidaban mutuamente y se daban ánimo para seguir adelante, pero ahora eso era tan fácil…

Ninguno de los dos podía volver a su anterior vida, ninguno de los dos quería hacerlo.

Chris consiguió trabajo en una empresa de consultoría de sistemas y Alex en una empresa constructora como albañil. Alquilaron un departamento y se fueron a vivir juntos, ahora lo único que tenían era su libertad, y se tenían el uno al otro. No necesitaban nada más.

Pero su vida volvería a cambiar, Jason descubrió la distintiva marca de los sistemas que programaba Chris, casi de casualidad, cuando vio las modificaciones que habían hecho en el sistema del banco donde tenía su cuenta. La buscó y dio con ella rápidamente.

Ahora ambos vivían en el instituto, felices, con la marca que había dejado en ellos la confinación, pero con la alegría de saberse libres y en un lugar donde no solo ellos eran los mutantes, y donde podían encontrar su lugar.


Jason

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